Saqueadores de espuma

18,00

Lurdes Martínez
Ed. El Salmón
La nueva ciudad carece no sólo de capas sucesivas de acontecimientos sedimentados a lo largo del tiempo capaces de animar a sus moradores; se halla igualmente desprovista de miradas que puedan vivirla, pues el capital humano disponible para construir el devenir histórico de tal distopía es una miríada de seres indiferentes al descalabro de la ciudad histórica. Inmersos en un delirio aséptico, cobijados y guarecidos de los peligros de la vida en sus coches y casas, aislados e inmovilizados ante el teclado y la pantalla, ¿pueden los incidentes desfallecidos de sus vidas dejar alguna huella en las piedras de la ciudad?

Descripción

Si la ciudad se ha forjado con las alegrías y tragedias de quienes la habitan, si ha sido caja de resonancia donde reverbera el eco de lo humano y su heterogénea historia, adentrarse en la ciudad de la mercancía es encarar una realidad opuesta. A un espacio adocenado corresponde una experiencia anestesiada: el aire de la ciudad ya no nos hace libres. Muy al contrario, la sociedad tecnológica que conecta desde el aislamiento origina desarraigo y disgregación social, o bien una cohesión perversa que se vale de la mercancía a cuyo falso calor nos congregamos. Consecuencia de todo ello es que la tensión, el pálpito y la sensualidad de la vida social pierdan fuerza y se aminore el riesgo del encuentro, el desafío de la mirada directa, el roce del juego en la calle o la carnalidad del abrazo.

Ruinas intangibles del pasado, los lugares de la ciudad aco­sada que aún resisten milagrosamente la amenaza de la piqueta, diseminados aquí y allá, restos del campo de batalla de una des­trucción infligida a sangre y fuego, son ciertas calles y rincones, establecimientos comerciales o bares; campos cultivados en medio del paisaje postindustrial; fragmentos de naturaleza in­dómita, auténticas islas del tesoro en el océano de cemento; fá­bricas abandonadas o antiguos almacenes y talleres en desuso. Plenos de soberana inactualidad y afirmativa inutilidad, se cargan de propiedades y significaciones inéditas e insospechadas, entrado en funcionamiento todo un bagaje común al ser hu­mano, que se halla habitualmente amordazado por las exigen­cias productivas y por el ritmo alienante de la vida cotidiana. Lejos de todo reduccionismo, tales cualidades contribuyen a dilatar la experiencia de lo real al desencadenar el pensa­miento analógico, el delirio interpretativo o el desbordamien­to poético. A través de estos estados de suspensión es posible adentrarse en lo desconocido y experimentar una expansión del sentido de lo real.

Afinidades