Voces anarquistas. Hª oral del anarquismo en EE.UU.

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Paul Avrich
Fundación Anselmo Lorenzo
De todos los movimientos sociales importantes, el anarquismo ha padecido los mayores malentendidos sobre su naturaleza y sobre sus objetivos. Ningún grupo ha sido tan calumniado y mal interpretado por las autoridades o más temido y detestado por el público. ¿Pero quiénes fueron en realidad los anarquistas? ¿Qué tipo de personas eran? ¿Por qué se hicieron anarquistas? ¿En qué actividades participaron? ¿Cómo hicieron frente a los insidtos de la gente y a la persecución y al acoso de los representantes oficiales? ¿Qué pretendían y qué consiguieron? ¿Cambiaron sus nociones sobre el anarquismo a lo largo de los años? ¿Se arrepintieron de algo o se sintieron desengañados? Estas son las preguntas a las que responden los entrevistados, y sus observaciones y recuerdos arrojan luz sobre una gran variedad de temas, desde la inmigración, la agitación revolucionaria y la represión política a la economía, la educación y las artes. Discrepan, como veremos, en muchos puntos, especialmente en cuestiones sobre la propiedad, la organización y la violencia. Comunistas e individualistas, revolucionarios y pacifistas, abarcan una variedad fascinante y a, veces contradictoria de temperamentos y creencias. Pero a pesar de todas sus diferencias, están mudos en su rechazo al Estado, su oposición a la coerción y la explotación, su odio a la injusticia y a la tiranía y su fe en que las personas vivirán en armonía una vez hayan desaparecido las restricciones impuestas por el gobierno.

Descripción

Escribir un libro sobre la historia del anarquismo en un país debe de ser difícil. Pero coordinar a doscientas personas para hacerlo –y que además esas personas sean protagonistas o testigos de los acontecimientos– es una proeza, que redunda en lujo para los lectores. Si el país elegido es los Estados Unidos de Norteamérica, considerado como el enemigo tradicional de los movimientos progresistas y como la bestia parda que destruye cualquier atisbo de libertad en beneficio de sus intereses económicos, la situación es, como poco, curiosa.
En realidad los Estados Unidos de Norteamérica fueron ya a finales del siglo xviii el primer país demócrata de la Edad Moderna y a finales del xix una tierra de promisión para emigrantes europeos; y entre ellos gran parte no sólo buscaban una vida menos miserable, sino que también llevaban consigo el germen de un mundo más justo e igualitario. Por encima de la primera avalancha poblacional de anglosajones protestantes –que conformaron las actuales estructuras básicas de la sociedad norteamericana– y aparte de las otras dos emigraciones –la africana, obligada, y la hispana, lenta y tardía– fue llegando a los EE. UU. una continua aportación de irlandeses, italianos, judíos, eslavos, alemanes, escandinavos, etcétera. Entre ellos también pasó el charco el espíritu libertario, que tanto sufriría por enfrentamiento con los primeros pobladores europeos, anulados los autóctonos por aniquilación y agotamiento.

Afinidades