Descripción
La crítica ha comparado el trabajo de D. J. Bryant con el de Charles Burns, Suehiro Maruo, el dramaturgo Edward Albee o Daniel Clowes, cuyo influjo gráfico resulta innegable. La lista podría ampliarse con nombres como los de David Lynch, Franz Kafka, Steve Ditko, Osamu Tezuka o incluso Hergé, cuya claridad de lectura asegura haberle afectado como autor. Lo que importa es que al final de esa enumeración de influencias tiene lugar un talento inesperado, algo nuevo y enigmático para lo que nadie estábamos preparados. Podríamos dar más datos. Podríamos alertar al lector sobre las características del material al que está a punto de enfrentarse, pero consideramos que lo ideal es que lo haga virgen e indefenso. Lo que sí podemos garantizar es que la herida perdurará, que nada será igual después de leer Unreal City.